EN estos tiempos que corren en los países que se consideran civilizados, y quizá sólo sean países desarrollados en el estudio más materialista del término, es tema frecuente de conversaciones, coloquios, entrevistas, polémicas, programas radiofónicos y televisivos, campañas de prensa, iniciativas sociológicas y legislativas el llamado «feminismo». Ya mucho antes de que las sufragistas de los comienzos del siglo xx exigieran perentoriamente y hasta radicalizaran sus reivindicaciones, y mucho antes de que george sand escandalizara a la pacata sociedad de mediados del xix con ciertos comportamientos suyos considerados como pocos femeninos, una reina de suecia, de nombre cristina, protestaba enérgicamente, de palabra, por escrito y en comportamiento, contra los condicionantes que le imponía su condición de mujer y su función de reina. Cristina no creía en el matrimonio o, por lo menos, veía en él una coartada y una trampa para su libertad; no rechazaba ni soslayaba sus...